Folklore, política y resistencia. La trinchera de Yamila Cafrune

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Hija del mítico Jorge Cafrune, cantora, abogada y militante del folklore, Yamila habla de herencias, rupturas, feminismos, transgresiones, memoria y resistencia en Argentina.

Domingo invernal en Cañuelas. Pareciera que, a medida que bajan las temperaturas, disminuye también la cantidad de transeúntes en esta ciudad de casi 30 mil habitantes. Tal vez, por eso, destaca aún más la presencia de Yamila Cafrune. O quizá sea por los tonos marrones y anaranjados de su atuendo, que se mimetizan con las hojas del parque donde ha accedido a conversar con nosotros. Yamila es tan amable como risueña; de ella emana un aura de folklore. No podría ser de otra manera: es hija del mítico Jorge Cafrune.

Hija —bautizada con el nombre de la guerrillera argelina Djamila Boupacha—, madre, hermana, cantora, docente y abogada especializada en género y violencia familiar, Yamila encarna múltiples facetas. Pero, ante todo, es una artista de sensibilidad profunda, que defiende lo folklórico con convicción. Sobre todo, en una Argentina donde el gobierno, entre tantas otras cosas, parece haberle declarado la guerra a lo popular. De eso y de mucho más, habla con nosotros.

Foto: Daniella Fernández

¿Cómo fue nacer y vivir en una casa llena de música y principalmente de folclore?

Fue hermoso en realidad. Vivir y estar en la casa Cafrune fue hermoso. Siempre fue lindo. Tenemos nuestras locuras, no te vayas a creer que somos gente muy normal… también se nos chifla el moño por ahí.

Mi papá era un ser muy amiguero. Cuando él estaba acá, mi casa estaba llena de gente todo el tiempo. Si no era don Ariel Ramírez, don Domingo, Jaime Torres, Eduardo Falú, Aníbal Sampayo —uruguayo al que mi papá adoraba—, Julia Elena Dávalos, don Jaime Dávalos… Lamento haber sido tan chiquita cuando ellos venían a casa, porque cuando sos niño no podés sacarles nada. Pero el solo hecho de saber que ellos estuvieron en mi casa ya me dice que mi infancia, esa que no recuerdo del todo, fue muy bella.

¿Qué te llevó a seguir con la tradición de la música y el canto?

En realidad me fue muy difícil. Mi mamá me permitió ser cantora, siempre y cuando tuviera un título. No porque fuera una madre castradora, sino porque era una mamá de los años 60. Eran mujeres dedicadas al hogar y difícilmente trabajaban afuera sin la anuencia del marido.

Entonces, cuando vio que yo quería cantar me dijo: «Primero recibite, porque cuando la garganta no te dé más vas a tener un título con el cual salir adelante». Eso hizo que primero me recibiera de abogada, allá por el ‘91 y recién en el ‘92 me dedicara al canto. Es decir, no esperé diez años: terminé de estudiar y, sin querer queriendo —como diría el Chavo—, canté en Cosquín por primera vez. Desde entonces, hasta el día de hoy, no me he bajado de los escenarios.

Aunque fue difícil, porque si bien se me abrieron muchas puertas por el apellido que tengo, también se me cerraron muchas. Mi papá estaba catalogado de zurdo, comunista, montonero. Nadie decía que era peronista, que es lo que realmente era. Pero como todo aquel que dice que la riqueza está mal repartida es “de izquierda”, entonces mi papá era de izquierda. La comparación que hacían entre él y yo sigue siendo, hasta el día de hoy, algo que me limita. Hasta que una se pregunta: «¿Qué querés ser?, ¿Quién querés ser?, Y ¿Qué es lo que no querés ser?». Y entonces ahí empecé a tener mi propia personalidad sobre el escenario.

¿Cómo es el folklore hoy? ¿Cómo lo definirías?

Está buena la pregunta. Cuando empecé pensaba que el folklore era Cafrune, Los Chalchaleros, Larralde, Yupanqui… y me di cuenta de que eso era lo que yo era, lo que yo consideraba folKlore.

Y de repente salieron Roberto y Cuti Carabajal a cantar chacarera con un saxo, que era el de Juan Martín Medina. Y vos los veías a Cuti y Roberto con un pantalón bahiano y a un pelado con trenza —Juan Martín— y decías: «¿Qué están haciendo?». Pero, ¿Quién les puede negar que estaban haciendo chacarera? Nadie. ¿Quién les puede negar a Cuti y Roberto Carabajal su raíz, su pertenencia a esta tierra? Entonces, es muy difícil definir el folclore como una tradición “pura”.

No sé si cuando Luciano Pereyra cantaba Chaupi corazón no estaba haciendo folklore. Era una chacarera que él compuso con una letra moderna. Cuando Los Nocheros salieron —con pantalones que se prendían con abrojo— también hacían folclore. León Gieco cuando hace canciones con ritmo huayno también hace folklore. ¿Qué es el folklore? Es la música que el pueblo considera suya. Entonces, y esto es una opinión mía que sostengo y me hago cargo: hasta el cuarteto de la Mona Jiménez actualmente es folklore. ¿Por qué no? Si la gente siente que esa música le pertenece, entonces le pertenece.

¿Cómo veo el folklore hoy? Amplio. Absolutamente amplio. Un folklore donde tienen cabida las cantoras tradicionales como yo, las que van un poquito más allá como la Sole o una pendeja como Maggie Cullen o La Ferni, que tiene una voz lírica. Ferni lo mismo te canta a capela en italiano que una zamba y te querés caer de traste, porque la canta fantástico.

Mercedes Sosa dijo algo que me hizo enojar cuando yo era chica y no entendía todavía. Ella dijo: «Va a llegar el día en que no haya géneros musicales, sino cantores y cantoras». Y creo que eso le está pasando al folklore hoy.

Foto: Daniella Fernández

¿Cómo es para vos, que venís de familia de folklore, hacer un show junto a La Ferni, que viene a romper moldes dentro del género?

El rompimiento. La ruptura de la tradición.

Yo quiero a La Ferni por lo que ella es. Yo invité al escenario a una cantora que me gusta, porque Ferni es una gran cantora. Ella está mostrando que una persona que se autopercibe trans puede cantar maravillosamente bien y hasta darte clases de canto —yo, de hecho, le dije que iba a tomar clases con ella—. Ella, su hermana Lucy y artistas como Susy Shock no se dan cuenta de lo que están haciendo. Creo que recién la generación de mis hijos va a dimensionar la escuela que están construyendo.

La Ferni ya hizo historia cuando desafió en el Cosquín Rock las categorías de “vocal femenina” o “vocal masculino”. Eso ya se eliminó. Así que, mirá si no hizo escuela.

Si la música es del pueblo, inevitablemente tiene una relación con lo político. En relación con eso ¿Cómo ves lo que está pasando ahora mismo en Argentina?

No me gusta. Y no me avergüenza decir que hasta tengo miedo.

Yo soy una laburante, siempre lo fui. Desde que pude trabajé para mantener a mi familia y no precisamente con el canto. Mi mamá era la viuda de Cafrune y nadie le daba laburo porque era la mujer de un montonero, de un zurdo, de un tipo que cantaba canciones de protesta. Entonces tuve que estudiar y trabajar para sostener a mi familia. Yo sé lo que es laburar.

Y me da miedo lo que está pasando. Porque siempre pensé que a los viejos los íbamos a respetar. Son nuestros abuelos a los que les están pegando. ¿Cómo les van a pegar a los viejos? ¿Cómo no van a cuidar la salud pública? El Garrahan, la Casa del Niño, el Hospital Marchetti en Cañuelas, que atiende a 400 mil personas, no solo de la zona… Eso me da miedo, porque están desarmando el ideal de pertenencia a esta Patria. Y se pierden los valores. Los valores son lo que el ser humano nunca debe perder.

Y la cantora, si se autoproclama o se autodenomina “popular”, tiene que mostrar arriba del escenario lo que el pueblo está pasando. Yo puedo subirme y cantarte Paisaje de Catamarca. Es una canción paisajista preciosa, pero no dice nada más que eso. Si, en cambio, me subo y te canto:

«Ella que abrió sus brazos y cobijó al extranjero

cuando Europa era sangre y era semillas mi suelo

hoy una herida abierta sigue sangrando en su pecho

con la debida obediencia hay asesinos absueltos…»

Si te canto eso, vos decís: «Pucha, Yamila se mandó». Pero eso es lo que una cantora popular, en este momento, tiene que salir a cantar.

Yamila Cafrune y La Ferni estarán presentando el show Cantoras de oficio el próximo jueves 12 de junio en el club porteño, Torquato Tassimo. Un espectáculo dedicado a repasar el cancionero argentino y latinoamericano.

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