-911¿Cuál es su emergencia?
-Hola, qué tal, buen día. Te quería hacer una pregunta: ¿Qué se hace cuando una persona está excavando y encuentra huesos humanos? Yo vivo al lado de una obra y veo que están sacando restos humanos…
-Nosotros podemos mandar el móvil policial para que vaya a verificar, ¿si?
-Te digo esto porque, por lo que veo, van a agarrar todo, lo van a meter en una bolsa y lo van a tirar. Quizás eso lo más probable es que tenga 40 o 60 años metidos ahí.
La conversación telefónica es corta. Dura 2 minutos con 34 segundos y ocurrió apenas pasadas las 14 del 20 de mayo. De un lado habla la operadora del 911, del otro un vecino de avenida Congreso al 3700, en Coghlan, que estaba viendo a través de su ventana un alboroto en la obra lindera a raíz del hallazgo de lo que parecían huesos de una persona, particularmente un cráneo.
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La casa de Cerati, desde el aire
En un acto de civismo no muy frecuente, el vecino llamó a la policía. Básicamente temía que los huesos fueran descartados para evitar demoras en la obra.
Por los datos que reunió el fiscal Martín Lopez Perrando, la llamada al 911 no la hizo el arquitecto de la obra – como creían los obreros- ni la mujer que salió de la casa de donde se habían derrumbado los restos, como aseguraron los abogados de Cristian Graf.
Lo que siguió tras la llegada de la Policía es sabido.
El móvil de la comisaría vecinal 12 C fue a la dirección que decía el vecino y eso dio pie a uno de los casos más impactantes de los últimos tiempos: el hallazgo de los restos de Diego Fernández Lima (16), desaparecido la tarde del 26 de julio de 1984 luego de salir de su casa en Villa Urquiza rumbo a lo «de un amigo».
Diego fue encontrado de casualidad enterrado en el jardín de la casa de un compañero de colegio, Cristian Graf (hoy de 58 años), el principal sospechoso del caso. La víctima estuvo enterrado 41 años en la propiedad a la que los Graf se mudaron en 1974 y en la que Cristian aun vive con su madre, su segunda esposa y su hijo menor.
Para el fiscal, la reacción de Graf en relación a los huesos fue fundamental para pedir su declaración indagatoria por encubrimiento agravado y sustracción de evidencias. El homicidio en sí mismo, habría prescripto por el paso del tiempo.
Un vecino preocupado
«Vení, encontramos algo» le dijo el capataz al arquitecto de la obra de Congreso 3746/48. El proyecto de construcción de un edificio de 10 pisos -en el predio donde antes se levantaba una casona que la que vivió dos años Gustavo Cerati- había comenzado unas semanas antes.
Luego de ver los huesos, el arquitecto fue a tocarle el timbre a los vecinos de Congreso 3742 porque los restos se habían derrumbado desde su lado de la medianera. Lo atendió Ingrid Cristina Graf (60), hija de la dueña de casa.
Ingrid estaba en la ciudad de casualidad. Viajó desde Chubut, donde vive y enseña inglés, para cuidar a su madre, Susana Grassle (87) que acababa de operarse. Ella fue la primera que dijo que los huesos podían relacionarse con una antigua iglesia que había en la manzana.
Esa hipótesis la trató de reforzar luego su hermano Cristian. Este arriesgó dos hipótesis más: una vieja caballeriza y un trabajo de nivelación del jardín para construir una pileta, para el cual compró un camión de tierra. «Eso es imposible, al descargar se hubieran dado cuenta», concluyó uno de los obreros al que los otros le preguntaron qué pensaba.
Todos en la obra recordaron que el señor de la casa de Congreso 3742 cuidaba particularmente que no se acercara a un arbolito que no estaba del lado de su propiedad, pero que él había prohibido tocar. El arbolito, luego quedó claro, quedaba casi pegado a la tumba.
El 29 de mayo entró a la obra el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y entonces empezó a aclararse el panorama: los huesos pertenecían a un joven de entre 15 y 19 años. La victima recibió un fuerte impacto con su cuarta costilla derecha, posiblemente con un hacha. Habían intentado descuartizarlo y eso dejó marcas en sus extremidades. Le faltaban los huesos de la cara y su maxilar superior, por lo que no puede descartarse un golpe en esa zona.
Además, los expertos determinaron, sin dudas, que «el enterramiento original se encuentra completamente ubicado dentro del predio contiguo, en dirección este, fuera de los limites del obrador». Es decir en Congreso 3742.
Junto a los huesos había objetos y cada uno de ellos fue una pista valiosa: un reloj Casio con calculadora y fabricado en 1982, un llavero naranja con una llave, un corbatín de colegio, una moneda de 5 yenes, la suela de un calzado 41. Eso fue lo que notó la familia de Diego al verlo en los medios y lo que los impulsó a contactarse con el EAAF.
Las pruebas de ADN fueron concluyentes.
El 31 de julio determinaron con un 99,99 grado de certeza la compatibilidad genética con Irma Lima (87), la mamá de Diego Fernández. Juan Benigno Fernández, el papá de la víctima, lo buscó hasta su muerte, en un accidente de transito en 1991.
Así comenzó una historia a la que todavía le falta una parte importante: saber quién mató a Diego y por qué.
AA