Discapacidad: ni indiferencia ni superficialidad

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La discapacidad, física o mental, es una cuestión que entendiblemente sensibiliza de manera suprema a los familiares de los enfermos, por lo cual los comentarios superficiales están bien fuera de lugar. De inmediato planteo algunas precisiones, para encuadrar el análisis y la correspondiente toma de decisiones.

En la enorme mayoría de los casos, se trata de un hecho involuntario. Alguien puede quedar parapléjico practicando algún deporte extremo, pero es la excepción, no la regla. Desde este punto de vista, el tratamiento de una discapacidad no pertenece a la misma categoría que la compra de churros o celulares. Además de lo cual, aquí y en todo el mundo, gastos en salud es en la actualidad un ítem no sólo relevante en términos absolutos, sino cada vez más importante, lo cual implica que el valor nominal de dichos gastos aumenta más que la tasa de inflación.

Discapacidad es un término que se refiere a una realidad heterogénea. Les pregunto a mis alumnos en clase: ¿qué proporción de los bebés que nacen son “perfectos”? Supongamos que 20%. Ergo, 80% tienen alguna discapacidad. ¿Alguien está pensando en el tratamiento o, peor aún, en la prevención de la discapacidad, definida de esta manera tan amplia? Es evidente que algunas discapacidades pueden ser enfrentadas con los recursos de las familias, las obras sociales y las prepagas; y otras con financiamientos más generales o, como se suele decir, “a cargo del Estado”.

Última, pero no menos importante. Una cosa es la discapacidad y otra la joda. En la Argentina, más de un millón de seres humanos percibe una pensión por discapacidad. ¿A dónde voy con esto? Claramente, que los médicos tienen mucho que decir, calificando el grado de discapacidad de cada ser humano y el correspondiente tratamiento o acompañamiento. Pero la decisión no puede ignorar que los recursos son escasos; y de repente, eliminar la joda existente en las pensiones por discapacidad, permite financiar mejor el tratamiento de los verdaderos discapacitados.

Insisto: estamos delante de una cuestión que, por su naturaleza, es particularmente sensible delante de los familiares de los discapacitados. A aquellos lo único que les falta, además del esfuerzo y la fortaleza requeridos para acompañar a los enfermos, es tener que ver o escuchar debates abstractos, referidos al rol del Estado y la inhumanidad de los funcionarios. Por favor, no.


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