En las últimas semanas, una corriente ideológica dentro del gobierno socialista de Luiz Inácio Lula da Silva ha promovido una postura arriesgada y poco pragmática: boicotear la compra de equipos militares provenientes de Estados Unidos, en un gesto similar al veto impuesto a productos de Israel.
Esta propuesta, impulsada por una ala incendiaria del Planalto, refleja una tendencia a mezclar ideología y política interna con decisiones estratégicas que deberían regirse por criterios técnicos y de defensa nacional.
Aunque Lula y el presidente estadounidense Donald Trump han intercambiado críticas recientemente, la cooperación militar entre Brasil y Estados Unidos ha permanecido sólida hasta el momento.
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Las Fuerzas Armadas de ambos países siguen colaborando, con ejercicios conjuntos ya programados para las próximas semanas en el noreste brasileño. Esta relación histórica se basa en la confianza, el entrenamiento mutuo y, sobre todo, la interdependencia logística, táctica y tecnológica.
No obstante, Lula parece considerar con buenos ojos esta idea de boicot, según fuentes cercanas al presidente. La instrucción actual del Planalto es priorizar productos militares de Europa, China y Rusia en futuras licitaciones, lo cual despierta varias alertas.
Primero, se corre el riesgo de comprometer la operatividad de las Fuerzas Armadas, dado que gran parte del equipamiento utilizado por Brasil es de origen estadounidense. Esto incluye desde aeronaves hasta sistemas de misiles y repuestos esenciales. Una ruptura abrupta de esta cooperación implicaría dificultades técnicas, logísticas y un aumento en los costos operacionales.
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Segundo, resulta contradictorio que el gobierno defienda la diversificación de socios mientras se deja guiar por afinidades políticas antes que por intereses estratégicos.
Apostar por proveedores como Rusia y China no solo supone un cambio logístico complejo, sino que también expone a Brasil a depender de naciones con sistemas políticos cerrados, bajos estándares de transparencia y, en muchos casos, sin el mismo historial de cooperación que ofrece Washington.
Además, decisiones como esta muestran un peligroso precedente: usar la política exterior como instrumento de revanchismo ideológico, comprometiendo la estabilidad de políticas de Estado.
Las Fuerzas Armadas brasileñas, por su parte, ya han manifestado reservas frente a esta posibilidad, reconociendo que un boicot al estilo del impuesto contra Israel sería inviable. Su relación con Estados Unidos ha permitido importantes avances, como la compra reciente de misiles Javelin por 74 millones de dólares, además de helicópteros Black Hawk, equipamiento de apoyo y entrenamiento especializado.
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