El liderazgo de Donald Trump y Estados Unidos tiene raíces estructurales

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Los principales indicadores de Wall Street, y ante todo el de mayor amplitud – S&P500 – están en niveles récord. Al mismo tiempo, tanto Goldman Sachs como Bank of America, JP Morgan Chase, Deutsche, Citigroup y Barclays estiman que los activos de S&P500 treparán no menos de 11% en los próximos 12 meses.

Goldman Sachs sostiene que hay “una fortaleza fundamental en los grandes stocks de Wall Street”, así como una creciente certidumbre de que las tasas de interés de la Reserva Federal van a ser recortadas “en forma más rápida y profunda de lo previsto”.

Todo esto sucede cuando el gobierno de Donald Trump ha desatado un fenomenal “boom de inversiones” tras haber logrado aprobar en los primeros seis meses de mandato el Presupuesto 2025, que implica incentivos para la inversión por U$S 6,5 billones, acompañado por una extraordinaria y generalizada desregulación de la economía que representa no menos de U$S 2 billones. Lo más importante es que toda esta excepcional combinación de incentivos ha desatado una fenomenal pasión por invertir e innovar (“animal spirits”) que caracteriza a la civilización estadounidense, el país de la frontera y el futuro en los términos de Alexis de Tocqueville.

A este hecho central hay que agregar que hace 2 semanas Estados Unidos, por decisión de Trump, destruyó los tres reductos principales del sistema nuclear iraní (Fordow, Natanz, e Isfahán), en un formidable operativo del poder combinado de sus fuerzas armadas, que demostraron una vez más que la capacidad de proyección global de la primera superpotencia del mundo es única e imbatible.

Hay un acontecimiento de especial importancia a destacar que es el corolario de esta incomparable operación sobre Irán: dos días después, Trump impuso un acuerdo de paz a Irán e Israel, con el pleno asentimiento de la República Islámica.

Ahora Trump ha impuesto un arancel especial de 30% a la Unión Europea (UE), acompañado de dos exigencias: la primera es eliminar el déficit comercial de U$S 247.000 millones experimentado en 2024 debido a la política profundamente proteccionista de la UE. El segundo punto es abrir su economía, de modo de permitir el acceso irrestricto de las exportaciones norteamericanas al mercado europeo, sin distinción alguna entre sectores industriales y agroalimentarios, con arancel cero (0%).

Trump, en suma, está reestructurando el sistema de poder internacional, ante todo en términos de comercio e inversiones.

El cálculo del Departamento del Tesoro cuyo titular es Scott Bessent es que EE.UU. va a recaudar este año, como consecuencia de la política tarifaria de Trump, más de U$S 300.000 millones que se van a destinar a través de una cuenta especial al pago adelantado de la deuda pública federal, que ha trepado a U$S 36 billones, U$S 10 billones más que el PBI estadounidense y que ahora se propone reducir sistemáticamente, año tras año, a través de una disminución del déficit fiscal de -6.4% del PBI a -3% en 2028.

El boom de inversiones que es el núcleo de la política de Trump, tiene como característica peculiar que en más de un 70% está guiada por una nítida direccionalidad estratégica, el despliegue pleno de la infraestructura básica de la Inteligencia artificial.

A esto hay que sumar que Trump ha recaudado en su reciente gira por tres países claves de Medio Oriente que son Arabia Saudita, Qatar, y Emiratos Árabes Unidos una suma que puede estimarse en U$S 4 billones, destinados casi en su totalidad al despliegue pleno de la Inteligencia artificial.

Lo que está ocurriendo, en suma, es que el tercer fondo inversor del mundo constituido por estos tres países – el primero es EE.UU., el segundo China y éste es el tercero – está financiando el salto estructural que la superpotencia norteamericana realiza a la cabeza del despliegue pleno de la tecnología de la época, que es al mismo tiempo el instrumento fundamental de ejecución de la 4° Revolución Industrial, que es la propia de la acumulación capitalista del siglo XXI.

De esta manera el liderazgo norteamericano en esta parte de la historia tiene raíces estructurales, que lo coloca a la cabeza del sistema mundial.

Por último, aunque no en orden de importancia, hay que colocar un dato estratégico verdaderamente crucial, y es que EE.UU ha acordado con China en la reciente Cumbre de Ginebra, un pacto de cooperación que tiende a transformarse en asociación estratégica entre las 2 superpotencias, de modo que juntas reviertan las corrientes fundamentales del comercio internacional de hoy, y de esa manera modifiquen la ecuación estructural de ahorro e inversión que las caracteriza en el momento actual.

Este acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping sellado en Ginebra marca el rumbo de los acontecimientos globales en los próximos 10/20 años.

Lo que sucede en EE.UU, en suma, es el marco estructural con que es preciso examinar los problemas políticos y económicos de cada uno de los países del mundo comenzando por los más relevantes de cada región.

Hoy más que nunca “no hay más política que la internacional, ya sea que se desarrolle adentro o afuera de los países”.

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