Sin ella no se puede y sin los otros tampoco

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Difícil predecir el trapicheo que ejerció Cristina de Kirchner para armar la hilera de aspirantes a Diputados en la Provincia de Buenos Aires en las elecciones de octubre. Se salió del molde habitual de la historia kirchnerista, de sus propias costumbres inclusive, y produjo una lista de su puño y letra que para muchos es una desfiguración del peronismo con derivaciones imprevisibles. Hasta negativas. Vaya uno a saber. Primero, se entregó a un coro que ella solía despreciar: los sindicalistas. Debe pensar que son los únicos en exigir, con marchas y actos, la demanda por una “Cristina Libre” (lema que, por el momento, no parece prioritario para nadie). Segundo, bloqueó cualquier alternativa de representación a quienes corporizan al partido en el distrito más importante del país: los intendentes. Una falta de respeto a una “corpo”, a los aborrecidos “barones del conurbano” que siempre le garantizaron el triunfo en el templo bonaerense. Y, por si no alcanzara ese desprecio, al gobernador propio, a su elegido, Axel Kicillof, le atendió apenas el teléfono para incorporar apenas a uno de sus cercanos en la nomina. Es como si le pusiera fecha de defunción con su hijo Máximo y La Cámpora al sueño de la Presidencia en el 2027.

Quienes conocen las entretelas de La Plata sostienen que la esposa de Kicillof ya le había anticipado a su marido sobre las represalias de Cristina. Ni olvido ni perdón.

Si en el Parlamento, el sindicalismo casi no tiene representantes —inclusive por obra y gracia de un kirchnerismo que siempre lo margino por caracterizarlo de “derecha”—, a partir de la próxima elección de octubre se intentara corregir ese vacío gracias a la viuda de Nestor. Desde su prisión de seis ambientes en la calle San José, en la lista de candidatos de la provincia de Buenos Aires introdujo más de media docena de figuras vinculadas al gremialismo, sea Huguito Moyano, el menor de la familia de Camioneros doctorado en Derecho Laboral, también el ex gordo y ex radical Sergio Palazzo de una Asociación Bancaria que la patronal siempre le concede lo que pide —salvo no echar gente—, casi sin necesidad de discutir. Otro incorporado es Hugo Yasky (CTA) de presencia perpetua y, al menos, inscribieron dos delegados de la poderosa organización de los encargados de edificios que (los ex ministros, Raquel Kelly Olmos y Nicolás Trotta), que preside Víctor Santamaría, hombre que desplegó intereses en rubros diversos, de los medios de comunicación a la política, incluyendo el deporte. Ninguna de estas organizaciones sindicales se encuentra en situación de ruina o decadencia, son más bien prósperos y constituyen un sector sin nombre dentro de la tradicional conducción de la CGT, la misma que debe elegir en poco tiempo a un nuevo líder en lugar del tradicional triunvirato que la caracterizaba (Héctor Daer & Cia, junto a gremios de envergadura como Luz y Fuerza, Comercio, Construcción y UPCN). Extraña jugada de Cristina a favor de estos elementos de su cercanía, sobre todo porque solía brotarle un sarpullido cualquier vecindad con un dirigente del movimiento obrero. Cambia, todo cambia.

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Estalló la guerra fría entre Kicillof y Cristina

Ponen plata, es cierto, colaboran en la campaña y controlan el proceso de votación, a veces hasta llevan gente. No es nuevo el dato. Tampoco es la primera vez que se acercan con dinero a los Kirchner: cuando llego a la Presidencia Néstor, previamente el abuelo Hugo Moyano había invertido en la candidatura del sureño. Luego, ya en la Casa Rosada, en un giro típico, Néstor no cumplió con algún compromiso establecido y el jefe camionero debió apelar al lanzamiento de varios paros para que nombraran en la secretaria de Transporte, como segundo, a un hombre de su confianza. Hubo arrugue de barrera en el Presidente, como en el futbol, y ambos después establecieron una razonable amistad, creció el gremio gracias a concesiones estatales y a costa de otros sindicatos (recordar la consigna: todo lo que toca tierra debe tener ruedas). Es decir que la lista de Cristina se abona en esa experiencia crematística, pero tropieza con las expectativas del otro sector de la CGT que no fue convocado, ni advertido, mucho menos agraciado. Ella instalo una grieta dentro de la central obrera, el bando no favorecido con las candidaturas quizás acompañe o, de repente, imagine que puede ser más conveniente recluirse y negociar con Javier Milei antes que apoyar a esos compañeros de la CGT que no suelen ser compañeros. Como el vocacional legislador de la Cruz, Juan Grabois, quien ha ocupado instalaciones en la central obrera y ahora Cristina le concedió dos lugares en las listas. Mismo tratamiento que a Kicillof, una desproporción obvia. Pero muchos sostienen que debe valorarse el servicio de Grabois: dijo que haría rancho aparte si Sergio Massa iba de candidato, estaba para dividir. A Massa lo afectó la discriminación, opto por apartarse y dejo a su cuñado como delegado, este sin prejuicios de compartir letrero con Grabois al que amenazaba cagar a trompadas. También al dilecto del Vaticano se le mojo la pólvora. Todo sea por la Patria. Ciertos mal pensados del peronismo afirman que fue Cristina quien le sugirió a Grabois impulsar esa proscripción a Massa. Al menos lo recibió en prisión.

Peor escenario, con la lista, atraviesa el mundo indignado de los intendentes: Cristina no llamo ni al que volcó en la provincia los votos a su marido y a ella misma, Julio Pereyra (Florencio Varela) en el inicio del kirchnerismo, tampoco coloco en la nomina de postulantes a la Cámara Baja a ningún representante de La Matanza, corazón o guarida de los soldados de Cristina. Nunca ocurrió un desdén semejante. También ese voto de los “barones” no parece escriturado en octubre, el rencor genera obsesiones impredecibles. Aunque en septiembre, en los comicios provinciales, los intendentes harán un esfuerzo de organización y militancia para preservarse en los cargos. Como al mes siguiente no los van a invitar siquiera a cantar la marcha en la elección de Diputados, quizá se vuelva complicada su colaboración con la lista. Más o menos desencantados que Kicillof. Para colmo, ella aconseja y participa a La Cámpora en algunos feudos o le recomienda a Mayra Mendoza que vaya como Diputada y no regrese a la Intendencia de Quilmes, dejándole el sillón a la dama que le fue a arrojar mierda a la casa de José Luis Espert: entiende que la devota Mendoza puede adquirir resonancia que hoy no tiene para presentarse como gobernadora en el 2027 en la Provincia. Misteriosa estrategia de la presidiaria de Monserrat, inquieta por cuidar el futuro de algunos y desairar a otros, cuando sin ella no se puede y sin los otros tampoco.

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