WASHINGTON D.C.
Cuando vivía en la isla de Mallorca, en 1936, el escritor francés Georges Bernanos quedó envuelto en la guerra civil que azotaba España. Como católico, Bernanos estaba precondicionado a apoyar a Francisco Franco: el papa Pío XI era un ferviente anticomunista y simpatizaba con el despótico comandante militar, quien a su vez era católico a ultranza. Pero Bernanos finalmente se sintió asqueado por la bendición del clero español a las ejecuciones a sangre fría de cientos de presuntos partisanos republicanos. En Diario de mi época, un libro comparable al Homenaje a Cataluña de George Orwell, Bernanos denunció a Franco y predijo acertadamente que la Guerra Civil Española había dejado preparado al mundo “para cualquier clase de crueldad” y que pronto Stalin y Hitler desatarían sobre sus enemigos la misma barbarie que él había presenciado en España.
La independencia mental y espiritual de Bernanos, así como su profunda conciencia política, fue característica de muchos escritores y pensadores católicos del período de entreguerras, en tiempos en que muchos conservadores de la Iglesia hasta impulsaban desastrosas alianzas con demagogos fascistas. La reflexiva confianza de esos escritores en la fraternidad humana –la solidaridad y la esperanza de los hombres y mujeres de buena voluntad en tiempos difíciles– daba testimonio de la fuerza espiritual del cristianismo, manifestada no tanto en las instituciones de la Iglesia como en el mensaje evangélico de compasión por los débiles y oposición a toda forma de odio y crueldad.
Bernanos y otros escritores forzados al exilio ayudarían a preparar el terreno para una profunda transformación posbélica, no solo de la Iglesia, sino también de la cultura occidental de la Segunda Posguerra. Jacques Maritain, un destacado intelectual católico de la época, redactó un manifiesto antifascista, criticó el “liberalismo individualista”, denunció el antisemitismo, el racismo y el colonialismo, y en 1948 contribuyó a la elaboración del trascendente informe de la Unesco sobre los derechos humanos. La dignidad humana y la fraternidad, ideales universales cruciales en los documentos fundacionales de las Naciones Unidas, poco después resonarían en las declaraciones del Concilio Vaticano II y la decisiva apertura de la Iglesia al mundo moderno.
Hoy, en nuestra propia era de convulsiones, la Iglesia Católica es una de las pocas instituciones globales con autoridad intelectual y moral. La cálida acogida del papa León alrededor del mundo es testimonio del exitoso pontificado del papa Francisco, el único líder mundial importante que hizo una crítica sostenida y convincente de la fase final y explosiva de la globalización neoliberal, que él denominó como “una Tercera Guerra Mundial de a pedazos”.
En su discurso y en su diplomacia, Francisco diagnosticó que nuestras interconectadas crisis globales –inestabilidad económica, desigualdad social, catástrofe climática, autoritarismo y guerra– eran fracasos de la imaginación moral y práctica. No creía que nada fuese inevitable en ese culto a la riqueza y al poder, la obsesión por la tecnología, la falta de respeto a la dignidad humana y la destrucción del planeta: para Francisco, esas fueron decisiones humanas, no el destino. Francisco se propuso dar valor divino a los impulsos naturales de decencia y solidaridad que brotan en todos los corazones humanos y cerrar la brecha cada vez mayor entre ese impulso de bondad y nuestras realidades políticas y económicas. Su encíclica de 2020, Fratelli tutti (todos hermanos y hermanas) evoca no solo el imperativo moral, sino también la posibilidad práctica de un futuro global esperanzador que puede alcanzarse gracias a la fraternidad humana, la solidaridad y la “cultura del encuentro”.
La cosmovisión ecuménica de Francisco y su profundo respeto por la diversidad de experiencias y convicciones humanas le permitieron interactuar, como años antes a Bernanos y Maritain, con una amplia gama de personalidades y movimientos. Maritain influyó en muchos escritores y artistas, desde Marc Chagall, Gabriela Mistral y Jean Cocteau hasta Czesław Miłosz y Shūsaku Endō, así como en dirigentes políticos y empresarios. Y Francisco, a lo largo de su pontificado, interactuó no solo con líderes religiosos y políticos, sino también con escritores, creadores y otras figuras de la cultura. Exprofesor de literatura, Francisco entendía el poder de los escritores para evocar mundos alternativos y los consideraba aliados en la lucha contra el cinismo desenfrenado, el odio organizado y lo que él denunciaba como la “globalización de la indiferencia”.
Hoy el arte y la literatura están sumidos mucho más profundamente en la cultura del comercio que cuando Bernanos lanzó su furibunda condena a las atrocidades cometidas en España. Y una de las preguntas que les espera a los distinguidos novelistas y pensadores que se reunirán la semana próxima en Roma para reflexionar sobre el legado del papa Francisco es la siguiente: ¿pueden los escritores romper con su vida profesionalizada y tomar más abiertamente un postura en esta Tercera Guerra Mundial de a pedazos?
Sin duda, el peligroso momento histórico que atraviesa el mundo desafía a escritores y artistas a reconsiderar sin miramientos las convicciones y alianzas que forjaron durante una era moralmente complaciente. Como en los años 1930 y 1940, nuestra época exige renovados votos de solidaridad y esperanza de los hombres y mujeres de buena voluntad, esos que ni aceptan que el mundo sea como es ni se apartan de él, sino que lo ven como algo donde hay que involucrarse, y que debe ser resistido y en definitiva transformado.
Los autores son co-organizadores de los Diálogos Globales de Georgetown, que el 9 de junio celebran en Roma el evento Fraternidad humana en un mundo dividido: Escritores comprometidos con el legado del Papa Francisco
(Traducción de Jaime Arrambide)
DIÁLOGOS EN ROMA BAJO EL LEGADO DE FRANCISCO
En un evento organizado por el proyecto Global Dialogues de la universidad de Georgetown, el lunes y martes próximos se reunirán en Villa Malta, Roma, diez reconocidos novelistas e intelectuales para explorar el tema de la fraternidad humana en un mundo que parece haber perdido el rumbo, bajo la inspiración de la encíclica Fratelli Tutti, del papa Francisco, que en 2020 propuso una visión esperanzadora basada en la igualdad y la fraternidad humanas.
Javier Cercas, Zadie Smith, Juan Gabriel Vázquez, Naomi Klein, Antonio Spadaro, Hisham Matar y Ece Temulkuran, entre otros, figuran entre los escritores invitados.
Los diálogos se centrarán en las preocupaciones morales y espirituales de la literatura de nuestro tiempo. ¿Cómo ayuda la literatura a ver la persistencia de la crueldad, la omnipresencia del sufrimiento y las posibilidades de solidaridad a través de las profundas divisiones actuales? ¿Cómo podríamos recurrir a la literatura para fomentar una mayor conciencia de nuestra fragilidad y nuestras limitaciones ante los grandes planes de poder, control y conquista?
El encuentro de Roma está co-esponsoreado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación de la curia romana, la fundación All of Us y la revista La Civiltà Cattolica. Propone diálogos entre dos o tres autores en mesas como “El resentimiento como una barrera para la fraternidad” o “Las emociones en la literatura y la política”.
Por Thomas Banchoff y Pankaj Mishra